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Pensamientos cortos, de una vida larga.

Radio Jogoniando

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enero 26, 2011

QUIERO VER A DIOS

Dicen que un niño pequeño quería ver a Dios. Sabía que era un viaje largo y duro y por
eso metió en su mochila algunos pastelitos, refrescos, caramelos y ropa suficiente.

Al entrar en el parque de juegos se encontró con una mujer anciana, sola, contemplando las
palomas.

Se sentó junto a ella, abrió su mochila y sacó su merienda. Vio que la anciana
parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelito. Ella lo aceptó y le regaló una
maravillosa sonrisa.


Como al niño le agradó esa expresión y quería verla sonreír de
nuevo, le ofreció un refresco y el niño quedó encantado.

Allí estuvieron toda la tarde, comiendo y bebiendo, pero no se dijeron ni una sola
palabra. Cuando oscureció, el niño se dio cuenta de lo tarde que era; se levantó, se
despidió y le dio un abrazo de despedida y agradecimiento. Ella, después de abrazarlo, le
regaló con la sonrisa más grande y bonita de su vida.

Cuando llegó a su casa, su madre advirtió el gesto inmensamente feliz de su hijo, y le
preguntó:

—¿Qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:

—¡Mami, hoy almorcé con Dios! —Y antes de que su madre añadiera algo le dijo: —
¿Y sabes?, ¡tiene la sonrisa más hermosa que he visto!
Mientras tanto la anciana, radiante de felicidad, regresó a su casa y su hijo,
sorprendido, le preguntó:

—Mamá, ¿qué hiciste hoy que vienes tan contenta?
Ella respondió:

—¡Comí con Dios en el parque! Y ¿sabes? ¡Es más joven de lo que yo pensaba!
La culpa es de la vaca.

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