Morumdua, echando su cuento |
¿Mi hoja de vida? ¿El discurso de mi vida? El mismo de todos: una parábola que se curva por un instante, bajo la luz, entre dos cavernas de sombra, el nacimiento y la muerte.
¿Y la vida misma? Algo que
escribe el Señor en el agua donde flota Su espíritu, o en la arena donde
acumula Sus residuos de eternidad.
Ello es así. Pero ¡por favor! no
lo divulgue que no se trata de ningún secreto. ¿Cómo ocurrió el caso?
De la manera más original: aparecí cualquier día, de cualquier mes, de
cualquier año, de cualquier siglo, sobre cualquier lugar de la corteza
terrestre, y desapareceré de ella, o con ella, si un dia cualquiera, el
loco que cuida el botón que activa el mecanismo de lanzamiento de las
bombas atómicas, amanece aburrido como yo.
¿Qué cuándo ocurrió esto?
mi nacimiento. ¡Qué importa! ¿Para qué las cifras? ¿Para qué
agobiarnos más con el dolor de las fechas? Solo que el Recuerdo, viajero
nocturno, camina sobre la memoria como sobre un zarzo oscuro y
asustadizo, tamizado de huecos invisibles que dan inexorablemente al
vacío, hasta que viene el paso en falso, uno más, y nos engulle la Nada,
ese depósito del Señor donde al fin nuestra memoria desaparece en sí
misma.
¿Que apenas fui un coleccionista de máscaras? ¿Y, "en el principio no fue la máscara"? Pero no, no es cierto, no es cierto. Tan solo hice uso de aquellas que tácitamente reclamaban el interlocutor de ocasión y el charlatán de turno. Tras ellas permanecí exacto a mí mismo, como debemos permanecer allá, entre bastidores, sobre el tablado de tinieblas de la Eternidad, mientras nos llama a escena la Vida.
¿A santo de qué habría de renunciar a la careta anti extraños, preservadora de esa realidad temperamental, única que nos define, nos caracteriza y perdura en nosotros hasta el final, a pesar de vicisitudes, contratiempos y sin razones?
Solo a través de las máscaras me fue dado observar a los hombres sin que lo sospechasen siquiera y de incógnito en la vida, pues ese que creyeron advertir en mí. . . ¡no era yo!
La vida es hembra y fue también generosa conmigo. Por esta experiencia vital guardo perenne' gratitud a los chapuceros constructores de mi existencia, como a mis demás maestros, los hombres y mujeres que he encontrado en mi camino. Todos me enseñaron algo, y de todos aprendí a recordar: "lo minuciosamente que se olvida". . .
Si el rostro es el espejo del alma, de seguro nací con cara de guía. Siempre se me ha preguntado el camino que se debiera seguir. Más nunca me lo preguntó el hombre atormentado sino el turista acucioso. También se me preguntó la hora. ¿"No me da su hora?" Como si en vez de Daniel me llamase: "La Torre", él señor La Torre, y luciera un inmenso reloj luminoso como uno de aquellos lentes relampagueantes que usaran los acicalados de fin de siglo.
¿Que apenas fui un coleccionista de máscaras? ¿Y, "en el principio no fue la máscara"? Pero no, no es cierto, no es cierto. Tan solo hice uso de aquellas que tácitamente reclamaban el interlocutor de ocasión y el charlatán de turno. Tras ellas permanecí exacto a mí mismo, como debemos permanecer allá, entre bastidores, sobre el tablado de tinieblas de la Eternidad, mientras nos llama a escena la Vida.
¿A santo de qué habría de renunciar a la careta anti extraños, preservadora de esa realidad temperamental, única que nos define, nos caracteriza y perdura en nosotros hasta el final, a pesar de vicisitudes, contratiempos y sin razones?
Solo a través de las máscaras me fue dado observar a los hombres sin que lo sospechasen siquiera y de incógnito en la vida, pues ese que creyeron advertir en mí. . . ¡no era yo!
La vida es hembra y fue también generosa conmigo. Por esta experiencia vital guardo perenne' gratitud a los chapuceros constructores de mi existencia, como a mis demás maestros, los hombres y mujeres que he encontrado en mi camino. Todos me enseñaron algo, y de todos aprendí a recordar: "lo minuciosamente que se olvida". . .
Si el rostro es el espejo del alma, de seguro nací con cara de guía. Siempre se me ha preguntado el camino que se debiera seguir. Más nunca me lo preguntó el hombre atormentado sino el turista acucioso. También se me preguntó la hora. ¿"No me da su hora?" Como si en vez de Daniel me llamase: "La Torre", él señor La Torre, y luciera un inmenso reloj luminoso como uno de aquellos lentes relampagueantes que usaran los acicalados de fin de siglo.
—¿Por favor, no me das la hora?
Yo me les desaparecía como un profeta acosado:
Yo me les desaparecía como un profeta acosado:
—¡Mi hora no ha llegado. Todavía. . .! Por eso no puedo dárselas.
¿Qué otra cosa podría decirles? A pesar de comprender como pocos que cuando se pregunta por una hora es porque su arribo es inminente. Porque a esa hora ya se le ve venir, ya se aproxima. . . ya llega.
La popularidad me fue siempre esquiva. No se me pudo ver porque no ascendí como un globo. Como uno de aquellos globos inflados con humo, que tanto me emocionaron en mi niñez. Creo que de ese karma casi me libre. Porque como decía el famoso poeta "¡En cuanto comienzan a llegar los amigos comienzo a sentirme tan solo!"
¿Qué otra cosa podría decirles? A pesar de comprender como pocos que cuando se pregunta por una hora es porque su arribo es inminente. Porque a esa hora ya se le ve venir, ya se aproxima. . . ya llega.
La popularidad me fue siempre esquiva. No se me pudo ver porque no ascendí como un globo. Como uno de aquellos globos inflados con humo, que tanto me emocionaron en mi niñez. Creo que de ese karma casi me libre. Porque como decía el famoso poeta "¡En cuanto comienzan a llegar los amigos comienzo a sentirme tan solo!"
Sin embargo puedo afirmar,
"sin la más leve presunción de humildad", que apenas sí me admiraron
los que nunca me conocieron, y sobre todo, los que nunca leyeron mi obra
no escrita. La admiración es una cárcel, "donde toda incomodidad tiene
su asiento", la del Prejuicio. . .
Que me ignoraron, en suma, y de
ahí el que no me preocupe llegar a perdurar. Hasta me divierte el pensar
que únicamente al enterarse de mi muerte se den cuenta ¡por fin! de que
aún vivía. O por lo menos, de que aún deambulaba por su planeta.
Que ¿cómo quisiera morir? Es que no lo quisiera. El saber cómo va a salirse el mundo del ato-lladero en que lo hemos metido, me estropea las ganas de apelar a la única curación por el barro que creo posible, la de la fosa. Pero si os empeñáis os diré que quisiera morirme despacio, como hasta ahora.
Que ¿cómo quisiera morir? Es que no lo quisiera. El saber cómo va a salirse el mundo del ato-lladero en que lo hemos metido, me estropea las ganas de apelar a la única curación por el barro que creo posible, la de la fosa. Pero si os empeñáis os diré que quisiera morirme despacio, como hasta ahora.
Recreándome en el adiós.
Cada cual debe morir en
lo suyo y de lo suyo. El marino, yéndose a pique con su barco entre el
calidoscopio del mar; el aviador, de mal de cielo, como las cometas; el
profeta, lapidado; el misionero desapareciendo en las fauces de los
caníbales. el albañil, desprendiéndose de la pared como una plomada que
le diese la medida exacta de su desequilibrio en el edificio social; el
minero, despedazado por el gris en las tinieblas de la hullera a donde
descendió a soñar con la luz del trigal hecha hogaza, la humilde y
amarga hogaza de cada día; el militar, de héroe (¡si eso le divertía!);
el indígena de tanto poseer la tierra; el payaso, de risa, risa, la
peor de todas las muertes y quizás la que tenemos más próxima en
nuestros días; el torero, de majeza, dando el pecho, la parte más noble
del hombre, y esmaltando con los borbotones de rubíes de su sangre las
arenas que le recuerdan, el oro con el cual tanto soñara en sus horas de
miseria y de angustia, cuando recibía infructuosamente por marismas y
por cortijos los cornalones del- hambre; y el poeta, de inanición.
¡Imposible un final más limpio!.
Confío en abandonar la periferia de este planeta que todos nos hemos empeñado en hacer invivible, sin tener nada de qué avergonzarme, como no sea del pánico animal al "no ser". cosa susceptible acaso de disimular, más imposible de suprimir. Creo que, al menos por un término prudencial, seré menos insignificante como muerto que como vivo.' Más seguro eso sí, de que al irme a pique con mi Barco Fantasma, quedará flotando a la deriva sobre el Mar de Tinieblas, roja e hilarante, único vestigio de mi naufragio, la máscara, modelada sobre mi propia calavera, del sarcarmo. Una defensa como cualquiera otra. Tal vez desencantada, quizá burlona, acaso sentimental.
Confío en abandonar la periferia de este planeta que todos nos hemos empeñado en hacer invivible, sin tener nada de qué avergonzarme, como no sea del pánico animal al "no ser". cosa susceptible acaso de disimular, más imposible de suprimir. Creo que, al menos por un término prudencial, seré menos insignificante como muerto que como vivo.' Más seguro eso sí, de que al irme a pique con mi Barco Fantasma, quedará flotando a la deriva sobre el Mar de Tinieblas, roja e hilarante, único vestigio de mi naufragio, la máscara, modelada sobre mi propia calavera, del sarcarmo. Una defensa como cualquiera otra. Tal vez desencantada, quizá burlona, acaso sentimental.
MORUMDUA
ROBADO DEL FACEBOOK