kalambasadas

Pensamientos cortos, de una vida larga.

Radio Jogoniando

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febrero 12, 2014

Un día en la ciudad

Es un día casi normal en la ciudad, Por la avenida 19, la gente va y viene unos con afán y otros también. Es un día soleado, de esos que cada cinco minutos he tomado la sabia decisión de quitarme la chaqueta y volvérmela   a colocar. El sol es picante siento un poco de claustrofobia debajo de la ropa que llevo encima pero,  cuando por diez segundos te has sentido libre, el viento helado, que baja entre los cerros de Monserrate y Guadalupe, me hace cambiar rápidamente de opinión pero, ya me estoy en camisa, debo aguantar, digo, dándomelas de macho frente al loco clima de la capital. Definitivamente a los cinco minutos debo volver a colocarme la chaqueta que llevo incómodamente en la mano y que cuando se me acerca alguien con cara de hambre, suenio o cara de necesidad por la ansiedad de tener algún tipo de droga en la cabeza, creo que me la va a arrebatar y a salir corriendo. Bueno, aquí estoy en la fría, complicada, ruidosa,  y a la vez hermosa Bogota, que lleva mil cosas bonitas escondidas en las mala caras de necesidad, o en los extra;os comportamientos que debemos tomar para sobrevivir en la selva de cemento.

 Ya son las 11 y 45 de la manana y a pesar de que he desayunado muy bien (aguapanela con limón, por si la gripe quiere atacar, un calentao de sobras de comida de toda la semana, un pan tieso, que ahora le llamo francés, y un huevo revuelto), tengo un hambre del carajo, bueno es que debo confesar que cuando trabajo o estoy ocupado no me da ataques de hambre pero, si estoy desocupado, como lo he estado estos últimos días, ahí si como decía mi abuela, estoy que me como una vaca entera. Les contaba que a esta hora de la manana paseo por la famosa avenida o calle 19, cerca de las  aguas, en el centro de la ciudad, sin un peso en el bolsillo, ya perdí de nuevo  la esperanza de que me paguen unos pesitos, de mi mas reciente trabajo y ultimo por este a;o que ya termina, además que era la esperanza para poder abandonar la ciudad y viajar relajadamente a pasar fin de a;o en otro mundo, al lado de la familia y amigos de siempre en mi pueblo del alma, Piendamo, al ir a al oficina donde laboro tenia la esperanza de recibir la casi única opción para almorzar el día de hoy y tal vez manana también. El sol sigue calentando y la madre naturaleza envía a cambio,  el viento frió de los cerros orientales de la ciudad y en esa conjugación de estados climáticos, el hambre va aumentando. Ya casi llego a la esquina.

Miro el celular después de detenerme eternamente a esperar el cambio de semáforo, son las 11 y 48 minutos, no ha pasado mucho tiempo pero, parece que llevara un siglo sin comer bocado alguno. Mi consuelo, es que ahora veo a  un anciano tirado en la calle, quien me dice que no ha comido nada en todo el día y que tiene mucho frío, de inmediato se me va el hambre del estomago al corazón y a la cabeza, por que recuerdo que en la mochila KOGUI, que llevo terciada con migo, siempre llevo monedas y ahí deben estar acumuladas. Cambia el semáforo de los carros a verde y el peatonal continua en rojo, apenas sucede ese cambio, yo siento que me dan un golpe  por la espalda y me  gritan desesperadamente,

    -Quite de ahí, no estorbe si no va a pasar...

La persona que dice eso se abalanza cual fiera salvaje sobre su presa en la avenida y de inmediato se escucha un aturdidor pito, de un desesperado taxista que a la vez grita...
    -Es que no ves  o que...

De inmediato se escuchan mas pitos, gritos...  y siento otro empujón y recuerdo de inmediato que estamos en la bonita Bogota.

Regreso  a  mi mundo y dejo que la gente se pise, empuje y a madrazos se des-estresen o aumenten sus odios mutuos, mientras busco en mi Mochila, las monedas, que son los restos de mi acaudalado existir....

Finalmente reúno cerca  de 3800 pesos y para sorpresa mía, el senior que esta en el suelo dice que no le de monedas que el lo que quiere es comida. Todo lo contrario de lo que  hace la gente que pide en la calle, que cuando uno les da un pan o algo, lo tiran al suelo y le recuerdan a uno que ellos son gente diferente y que los que dan un pan, son unos hijos de madre taca;os entre otras cosas, y  lo que quieren es monedas, claro apenas lógico, las monedas las pueden cambiar por el bareto o el pucho pal frío, el pan no sirve para eso.

Siguiendo con la sorpresa del ya amigo de la calle,  se levanta tembloroso y me se;ala hacia adelante, por el anden donde se encuentra en el suelo y dice...
  -Allá, venden caldito,  tráigame uno...

... y me ensenia sus monedas en su sucia y arrugada mano. Me siento muy mal, en este instante , ya no por el hambre que tengo y de no tener dinero, si no por  la impotencia, de no poder ofrecerle algo mas digno a este ser que seguramente, en algún momento debió ser abandonado por su familia, por que llego el instante de convertirse en una carga, un estorbo en su casa y las nuevas generaciones requieren de espacio, tiempo, dinero y  parecer gente extracto 12 y que proviene de una familia de sangre azul o verde, y el viejo ya no cumplió con esos  requisitos, así que se merecía la calle. Ahora dudo por un instante, mis ojos no se aguan, por eso de la educación colombiana que dice que los hombres no deben llorar y le cierro la mano con sus monedas dentro y le digo..
-Espéreme ya vengo, yo le consigo que comer.

Después de un siglo de acontecimientos, voy al restaurante, que esta a pocos metros de ahí, huele delicioso y por un instante regresa el hambre a mi de nuevo, casi me olvido del abuelo de la calle, y me siento a comer, como ya lo debe haber  hecho su familia en este instante.

Pido un caldo para llevar en un plato desechable, que es para darle llevarle al senior que desde  la caja del restaurante se alcanza a ver. La dama con la seriedad y frialdad que suelen tener mas de un vendedor  del comercio capitalino, que no saben atender bien al publico, se va  hacia atrás y regresa, en menos de 10 segundos, con una caja de comida y un  tarro de caldo, esas vajillas desechables, de icopor para llevar y me dice deme  2.000 mil pesos, por los desechables y nosotros le regalamos la comida al abuelo, pero jamas cambia su  cara fría y aburrida.

Bueno sigo, así y todo quiero darle un abrazo y un beso y por una milésima de segundo pienso y me digo a mismo, -No se lo merece.

Solo le digo... - Oiga pero, sonría corazón...
... y entre dientes o con el aire respirado de mala gana, forma un sonido, parecido a un rebuzno madriado y expreso algo así como un...

 -Jum, marica que le pasa. 

Olvidando de inmediato a la susodicha cajera pero, muy  contento con el almuerzo del abandonado de la calle, salgo y ahora llevo el pedido en mis manos.  Camino un poco y al llegar a la esquina, veo que ya mi amigo esta sentado, con una enorme sonrisa,  que alegría me da. Tal vez daba esa sonrisa por el y por quienes no saben sonreír. No escucho ni una palabra, solo siento  su energía de agradecimiento que  envía y es el mejor pago que se puede esperar. De mi parte lo  único que hago es decirle hasta luego que disfrute su almuerzo, me paro y sigo mi camino, ya sin  hambre en ese instante pero, feliz de la pelota.


A veces creo que no soy tan expresivo, con mi cara de loco que me mando y hasta me parezco a la dama del capitulo anterior. Pero mi cara, de aguebado o de ser celestial por lo que acabo de hacer es indescriptible, bueno, no le di los créditos a los del restaurante, imagino yo, que en este instante soy el héroe para mi nuevo amigo de la calle. 

Pero, regresa a mi la realidad el hambre del medio día. Ya son las 12 y 23, creo yo, mis bolsillos anuncian que la cosa anda mal para mi todavía.  He avanzado unos 7 metros desde la esquina subiendo por la 19 con destino de la carrera 3, donde queda la estación del transmilenio de las aguas, cuando una dulce voz me dice, amigo quiere donar sangre,  paralelo a ella, que tiene  una hermosa cara, acompañada  de una gran sonrisa y mucha voz de mujer de linea caliente, veo que alguien va saliendo del carro de extracción de sangre salvadora, tomándose un delicioso jugo de caja y comiendo una galleta transgénica, mientras la dulce voz continua diciendo,.. además por ser temporada de fin de a;o le tenemos otro detalle... claro, he aquí la solución a mi almuerzo y un detalle de navidad para un amigo o amiga...sangre por refrigerio que sera mi almuerzo por hoy.