He recorrido el rincón de varias cocinas, en busca de comida, y he llegado mucho más allá de un plato de
comida, incluso saliendo sin comer pero, bien alimentado en mi pensamiento, en mi espíritu. Un alimento que hasta hoy día conservo,
reflejado en la paciencia y el
conocimiento que me ayuda a seguir reconstruyendo sueños y haciendo una vida
más posible para mí y para quienes están
a mi alrededor, para el mundo entero. Solo basto con dejarme seducir con lo que
sucede alrededor del jogón. Bueno, y ahora la pregunta que llega a mi cabeza
es, ¿Algún día, alguien llegará a una
casa en el campo y saldrá con el estomago vacio?...

Una vieja sabía, (mi mamá) un día me dijo que cuando asistiera a eventos fuera de casa me hiciera amigo de los porteros y de las mujeres de la cocina; “ Así no tendrás problemas por entrar o salir de los lugares donde estés, te irá bien con las comidas y aprenderás bastante”. Hoy han pasado más de 20 años desde que me dio ese sabio consejo y de veras que tenía mucha razón, creo que la mitad de lo que sé, lo aprendí JOGONIANDO, metiéndome al corazón de las actividades comunitarias, la cocina.
Mi mamá, conocida como “Doña Sixta” en algunos lugares de Piendamó, Cali,
Bogotá y otros terrenos que ella recorrió, creo que, si supo lo que es la
grandeza de andar Jogoniando, pues toda su vida la paso cocinando en fogones de
leña y por ello me dio sabios consejos,
que a veces, no le hice caso, como lo hacemos todos aquellos hijos que
iniciamos nuestro camino de rebeldía, contradiciendo a la mamá, al Papá, hermanos,
profesores y finalmente al sistema que
nos domina, pero, no nos rendimos.
